Regards Croisés

Ce blog est un espace d'échange pour les 6 photographes (3 mexicains et 3 français) sélectionnés dans le cadre de l’échange culturel et artistique entre la région Bretagne et le Mexique BREIZH-MEX, pour réaliser une résidence de deux mois au cours de l’année 2010, respectivement en Bretagne pour les mexicains et au Mexique pour les français. Les photographes développeront un projet sur le thème de REGARDS CROISES. Ce programme de résidence sera suivi d’une exposition itinérante en France et au Mexique, et de l’édition des travaux du concours.


24 de septiembre de 2010

Bosques, islas y tierra de sal


Fougères



No alcanzo a ver lo que vendrá. El tiempo se evapora a contracorriente y lo único que tengo es la seguridad de continuar. El bosque de Fougères, en el valle del Nançon, se pierde entre neblinas cristalinas. ¡Cómo llueve en Bretaña! Mientras avanzo por el sendero, me llega el recuerdo de haber visto antes estos paisajes, en las imágenes de mi niñez, tal vez, en el déjà vu de las ilustraciones de aventuras o en los fotomurales de los años setentas, que se vendían en los almacenes para otorgar paisajes de ensueño a las casas mexicanas.

En estos bosques, los canales de agua resuenan entre los árboles, las granjas lejanas invitan a detenerse; hay una especie de silencio que habla de otros tiempos. No alcanzo a ver hacia dónde me dirijo. Muchos destinos llegan, se mueven y quiebran todos los planes. Esta Bretaña del interior, de bosques y valles, se instala en mí como una memoria.




Loire-Atlantique




Llegué a la Gare Maritime de Fromentine en una hora de absoluto vacío. El autobús de pronto se detuvo y bajé con mi mochila; enseguida partió dejándome de pie en mitad de una explanada frente al mar. El próximo Ferry hacia Île d’Yeu saldrá en dos horas. Hace un sol que quema. Sólo sé que Isabelle me esperará en la isla. Nada más...

El trayecto hacia Île d’Yeu es magnífico, el viento frío del océano sopla con fuerza. Isabelle llegó por mí al puerto en su pequeño auto, compramos despensa y me llevó al departamento donde me quedaría: El Casino, un espacio con auditorio, teatro y un alojamiento fantástico. Fuimos a un pequeño bar, tomamos cerveza y platicamos. Al día siguiente, salí en bicicleta hacia la costa sur de la isla; pasé un día completo entre bahías rocosas, acantilados y mareas salvajes. Me llamó la atención el color blanco del pueblo, los bares de madera a la orilla del puerto, los faros en las esquinas de la isla. Me quedé un par de días en la isla antes de partir de regreso, hacia la medieval villa de Guérande.


Pasando en tren por St-Nazaire y Pornichet llegué a La Baule-Escoublac, donde una gran bahía de arena y aguas tranquilas se abre impresionante bajo un cielo tornasolado. Al día siguiente, tomé un autobús por 15 minutos hacia Guérande, que fue un descubrimiento lento, a pie, en mitad de un día luminoso. Caminé kilómetros por un sendero hacia la costa, donde se encuentra la Terre de Sel. Guérande es reconocido por la fabricación de una sal particular. Recorrí sin rumbo la inmensa extensión de las salinas, entre paisajes abstractos de extraños tonos de color, en un área de dos mil hectáreas junto al mar. Recordé el color rojo que buscaba Robert Smithson en los lagos salados de América. Caminaba sobre la tierra con la extraña sensación de andar sobre un enorme fragmento de piel seca, como sobre un lagarto dormido. En Guérande, las líneas de los canales y saladares son inundados por el océano; el horizonte multicolor de las salinas se posa sobre un escenario casi inter-planetario, una galaxia terrestre donde reina un silencio minimalista. Estos paisajes, creados casi por el vacío y la evaporación del agua, reflejan el trabajo de los salineros de Guérande, que dibujan como Klee hubiera deseado hacerlo.





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