Regards Croisés

Ce blog est un espace d'échange pour les 6 photographes (3 mexicains et 3 français) sélectionnés dans le cadre de l’échange culturel et artistique entre la région Bretagne et le Mexique BREIZH-MEX, pour réaliser une résidence de deux mois au cours de l’année 2010, respectivement en Bretagne pour les mexicains et au Mexique pour les français. Les photographes développeront un projet sur le thème de REGARDS CROISES. Ce programme de résidence sera suivi d’une exposition itinérante en France et au Mexique, et de l’édition des travaux du concours.


29 de septiembre de 2010

Landévennec





Tomé el autobús que decía Camaret-sur-Mer. Después de atravesar un puente, el chofer me avisó que debía bajar, se detuvo en Argol. Ahí, el dueño del pequeño bar fue el encargado de llevarme a mi destino. Subimos al auto, tomó un angosto camino y descendió hasta las orillas del río Aulne para dejarme en mitad de una luminosa villa, de pie en la soledad más absoluta.

La pequeña Landévennec me recibió como un pueblo fantasma. Era ya tarde cuando llegué y encontré todo cerrado, ni un alma, un solo hotel sin respuesta; comenzaba a prepararme para dormir a la intemperie. Una persona caminaba por la orilla del río, me acerqué para pedir información. ¡Me dijo que fuera al monasterio! En el centro del pueblo encontré las ruinas de un extraño hotel, sobre la entrada decía: Hotel Beausejour, Bar-Restaurant. Tuve la impresión de estar frente a una construcción que iniciaba sobre sus propios vestigios. Había una crepería que solamente abría los domingos. Las gaviotas pasaban muy cerca y el río estaba tan inmóvil como un espejo. Unos pescadores me indicaron que detrás de la Mairie, la oficina del Ayuntamiento, habría un sitio para pasar la noche. Ahí conocí a Nicolás, un viajero de Bruselas que recorría a pie La Presqu’île de Crozon.

El monasterio de Landévennec es impresionante, su historia tiene 1,500 años. Aun existen las ruinas de la antigua Abbaye Saint Guénolé, que está detrás de la fundación del lugar. La nueva abadía se levanta a unos cuantos metros. Cerca de ahí, remontando el río en dirección contraria a la rada de Brest, encontré un cementerio de barcos que en otros años fue una estación naval.

El lugar y su energía hicieron del tiempo algo nuevo para mí, una idea distinta, con una nueva velocidad; en esos contrastes encontré mínimas coincidencias. Parecía encontrarme en un lugar donde las ruinas tenían otro significado, no eran tristezas, habían florecido: los buques fondeados, el Hotel Beausejour, la abadía del siglo V. Avancé bajo un amanecer lluvioso y frío por la orilla del Aulne con la sensación de que el tiempo es lo único que tengo. La memoria del pasado y la idea del futuro seguirían ahí, pero el presente es lo que puede tocarme y cambiar la dirección de las cosas. Caminando entre las rocas inmóviles, me mantuve concentrado en ellas para no tropezar. No sé cuánto tiempo pasó. En un instante levanté la mirada y el movimiento casi imperceptible de los árboles me asustó como un rayo. En medio de un silencio mutuo, después de la lluvia, las campanas de la abadía me despertaron…


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